El Rey
A mí tráeme lingotes, que perros voy a andar haciendo con tus putos dólares. Esos guárdalos para la gente que se vende. Yo lo único que quiero es ser el Rey y cómo chingados crees que alguien me va a respetar si uso dólares. Van a pensar que somos iguales. Ya te dije, a los putos de los senadores, de los diputados y a los reputísimos de la procuraduría y de la federal, págales en dólares. Se sienten grandes las muy putas sabandijas. Nunca han tenido nada; este paisucho no les da más que la oportunidad de mendigar. Quedándose con las costras de mis ganancias. Pero ah, allá ellos, putos de mierda. Cuando me vean empoderado, lleno de oro, bañándome en oro y con mujeres cubiertas de oro, querrán pedir un aumentillo. Ja, para putos, ese será el día en que mi reino no tendrá fin, ya sabes, como los putos de los padrecitos se atreven a decir cada puta misilla. Los mínimos van a pensar que pueden mirarme. Ja.- tose. Su acompañantes se preocupan. Últimamente no ha estado bien de salud. Siempre, en las comidas improvisadas en sus refugios de las Lomas, al levantar el vaso para beber cualquier clase de líquidos, los asistentes a la mesa están obligados a pedir por la salud del (Rey) antes de llenarse la boca. Y así mismo si están en presencia de algún compañero, aún lejos de las Lomas. Pero como ni entre ellos se reconocen, pues es necesaria la total ignorancia en el entramado que le protege para asegurarle plenamente, a no pocos de los que medianamente saben estar involucrados, se les ha visto entrechocar imaginariamente su vaso o copa con otra en una mesa en donde no hay más que familiares extrañados por su conducta tan constante e inoportuna.
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