Entrados en desgracia, rompiendo prejuicios, taladrando el alma marchita.
(Permítaseme ladrar sobre el lodo. Dejar una a una, cada mina, esperando romper carne, huesos, dientes, cráneos)
I
Voz en off desde un primer plano sonoro: "Caminos de muerte, cuerpos deshollados con una apenas reconocible extinta humanidad. ¿Quisieras esta realidad para tu familia, tu cotidianeidad? Súmate a las brigadas en favor de la limpieza y ordenamiento de la zona." En lo absoluto se espera una respuesta. Es más bien un somentimiento a la imagen (y esa voz inseparable) aquello que no me deja mirar a distancia la escenografía. Reconocer la producción, la técnica del artista, los desplantes desfavorecidos de quienes tuvieron que dar hasta su muerte para que se les permitiera participar de un discurso aplastante. No puedo aunque lo intento, no quiero concentrarme en más atrocidades. La voz canalla resurge en otro aspecto y otra escena. Me deja frito: "¡Cándido tu mono te pide de comer, dale nueva suciedad vacuna!" Es suficiente, paso a vomitar en el lavabo, atascándolo. 

Roberto Liang , Liang Chun-wu


II

Temer una sonrisa, despues de todo, resulta ser la pésima excusa que pueda recibir alguien de quien se sabe, podrías estar enamorado. Termina de una vez por aceptar que no darás indicaciones acerca de los daños aunque fuese necesario tener al culpable, pero por amor de dios, ¡deja de buscarlas entonces! -Así hacía su llamado a conciencia el tan afamado médico en psiquiatría.- Destinado a demorar cada implicación, rumeando y tragando saliva, después de todo, pagaba para que alguien le asistiera durante esos menesteres, Romualdo Fatigas, terminó por azotarse la frente, sumida ya de por sí.

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